Tendemos a pensar que los conflictos son sólo e inevitablemente negativos, dañinos y, en base a las pérdidas que conllevan, indeseables. Paradójicamente, los esfuerzos que hemos destinado a promover la prevención de las disputas familiares y problemáticas comunitarias han reforzado, en innumerables ocasiones, esta visión catastrofista y nada esperanzadora que no recoge las oportunidades de crecimiento personal ni los aprendizajes inherentes a la búsqueda de un acuerdo. Esta perspectiva ha echado raíces en el imaginario colectivo, sesgando cómo las partes en conflicto afrontan la situación de discordia, optando por la evitación e incluso por la negación de la incompatibilidad de objetivos y, con demasiada frecuencia, dificultando que reconozcan y acepten la necesidad de llegar a un trato justo.
Este artículo pretende derribar esta falsa creencia relativa a que los conflictos deben evitarse a toda costa por tratarse de situaciones principalmente o, incluso, únicamente estériles y devastadoras. Las disputas pueden, y es recomendable, prevenirlas. No obstante, esta prevención no debe confundirse con -ni alentar a- la evitación sistemática de los conflictos ya que esta forma de abordarlos o, mejor dicho, de no abordarlos, suele, sobre todo cuando hay familias implicadas, conducir a escenarios nada recomendables y poco constructivos.
Para librarnos de imágenes distorsionadas sobre lo que implica la prevención y gestión de conflictos y para explicar cómo convertir las disputas en oportunidades de crecimiento personal, recurriré a la metodología que desarrollamos en el proyecto europeo E-YOUTH (coordinado por la Fundación Support-Girona; entidad para la que trabajo). No obstante, y antes de entrar en materia, debo aclarar que las pautas que recojo a continuación han sido planteadas e implementadas con jóvenes con Necesidades Complejas. Concepto que abarca sus escasos recursos sociales y personales, estrategias poco adaptativas para afrontar problemas y expectativas derrotistas sobre su capacidad para superar retos y alcanzar objetivos. Por lo tanto, estos consejos, aunque no deberíamos excluir seguirlos para atender a otros colectivos, recomiendo emplearlos para abordar disputas familiares y comunitarias donde uno o más de los protagonistas son jóvenes, de entre 16 y 29 años, con dificultades para regular sus emociones, controlar sus impulsos y trazar planes de vida.
En primer lugar, la Metodología E-YOUTH, en coherencia con los principios compartidos por la mayoría de modelos de mediación, procura que las partes se responsabilicen de sus decisiones, de sus acciones y, por ende, de las consecuencias derivadas de éstas. Para promover que los jóvenes y sus “oponentes” sean conscientes de la responsabilidad que tienen, contempla una ronda previa, y preparatoria, de reuniones individuales dinamizadas por un profesional encargado de la gestión de la disputa. Este profesional (con formación en psicología, pedagogía, trabajo o educación social o en criminología) tiene como cometido brindar información apropiada y el apoyo pedagógico que los jóvenes, sus familias y/o comunidades necesitan para comprender su capacidad decisoria y para respetar los derechos y libertades de los otros actores implicados. Esta cuestión no es sencilla, dado que con frecuencia, sobre todo cuando los jóvenes son menores, los familiares y la comunidad suelen minimizar e, incluso, menospreciar, la capacidad que estos tienen para formular y luchar por hacer realidad sus planes de vida. Esta tendencia entra en contradicción directa con la necesidad de que los jóvenes sean conscientes de que deben responsabilizarse de sus decisiones y con la queja habitual de los padres relativa a la irresponsabilidad de sus hijos e hijas.
Debo aclarar que la Metodología E-YOUTH incluye un fuerte componente pedagógico. Concretamente, dadas las dificultades que muchos jóvenes con Necesidades Complejas -y también sus familias- presentan para regular sus propias emociones, comprender y respetar las ajenas y hallar estrategias eficaces de solución de problemas, el profesional encargado de guiar a las partes a lo largo de la resolución de la problemática, ayudado por colaboradores, les mostrará en sesiones formativas, organizadas entre reunión y reunión:
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- A desarrollar la inteligencia emocional; es decir, a identificar, entender y regular su frustración, impulsividad y otros sentimientos abrumadores.
- A emplear estilos de afrontamiento de problemas y resolución de disputas eficaces, basadas en el diálogo y en la pacificación.
Para lograr la adquisición de las habilidades enunciadas, los colaboradores deberán tener experiencia en dinámicas pedagógicas como: [1] la gamificación, [2] la simulación de situaciones sociales y role-playing y [3] en storytelling
En una segunda ronda de reuniones individuales, debe generarse reflexión sobre:
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- ¿Qué necesidades tienen, respectivamente, los jóvenes y sus familias y/o comunidad?
- ¿Qué objetivos y metas tienen unos y otros?
Esto permitirá conocer qué necesitan las personas involucradas en el conflicto y qué metas desean alcanzar. De acuerdo a la Metodología E-YOUTH, es recomendable recoger y ordenar esta información en una herramienta llamada Mapa del Conflicto que, de forma visual, nos permitirá analizar la información que nos aporten las partes, pudiendo, en todo momento, mostrarles los datos que tenemos en nuestro poder y ofrecerles la oportunidad de vivir el conflicto, no como una situación estática, si no como un proceso que fluctúa de acuerdo a las medidas y acuerdos que adoptemos. En la imagen siguiente podéis ver la estructura del Mapa del Conflicto. Esta ilustración será un buen apoyo visual, sobre todo, cuando los jóvenes con Necesidades Complejas presenten dificultades comunicativas.
Por otro lado, celebraremos una tercera ronda de reuniones individuales. En esta ocasión, y respetando siempre la necesaria confidencialidad y recabando el consentimiento informado de los protagonistas del conflicto, ofreceremos a cada parte un resumen, recogido en el Mapa del Conflicto, de las necesidades y objetivos ajenos. Aprovecharemos esta reunión para que las diferentes partes reflexionen sobre:
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- ¿Cuáles de las necesidades y objetivos recogidos en el Mapa del Conflicto son a su parecer incompatibles o compatibles?
- ¿Cómo, cada incompatibilidad detectada, les afecta a nivel emocional y social?
Por último, en una reunión con todas las partes, presentaremos el Mapa del Conflicto construido en fases anteriores. A partir de la descripción de las circunstancias que configuran la disputa, ofreceremos a los interesados que se pronuncien, añadiendo o aclarando lo que crean conveniente. En base a los puntos de acuerdo identificados entre sus respectivas necesidades y metas, brindaremos pautas para que las partes planteen estrategias dirigidas a gestionar sus diferencias. Éstas, junto a los apoyos que los implicados necesiten, se recogerán en un Plan de Abordaje y Apoyo que procurará reforzar el vínculo que une a unos con otros. Debo remarcar que, en momentos de tensión, se recurrirá a la estrategia del time out, pausa para la reflexión durante la cual, con apoyo de los colaboradores, se guiará el uso de técnicas de regulación emocional y storytelling aprendidas con anterioridad, identificando sesgos cognitivos y reescribiendo los encontronazos como oportunidades de aprendizaje.
Sergi M. Blanco
Sergi M. Blanco es escritor y criminólogo, especializado en intervención psicológica. Cuenta con posgrados en dirección financiera y mediación. En el 2021, creó Víctimas con Voz, plataforma destinada a atender a víctimas de malos tratos, a la prevención de delitos y a la gestión de conflictos de convivencia. Ese mismo año, se incorporó al departamento de proyectos internacionales de la Fundación Support-Girona, donde se encarga del desarrollo de herramientas y metodologías de intervención destinadas a jóvenes con problemas de conducta. Asimismo, es miembro del Espacio de Reflexión Ética de la entidad; consejero en las deliberaciones de dilemas y problemas éticos relativos a la atención a personas con discapacidad y problemas asociados a la salud mental.