El trabajo de un Mediador Ambiental consensúa posturas en apariencia irreconciliables, reduce tiempos y costes a las partes en litigio y aporta datos que acaban por clarificar una solución justa para las posturas en conflicto. Sobre mediación ambiental se habla estos días en el Campus de La Cartuja, en los cursos de verano de la Universidad Internacional de Andalucía. El encuentro lleva por título «El mediador ambiental: técnicas y herramientas para la reputación social de las organizaciones y las empresa» y los directores son Antonio Painn, consultor de estrategias en marketing online, experto en diseño y desarrollo de entornos 2.0. y María Victoria Gil, responsable de la Unidad de Sostenibilidad e Investigación de la UNIA, bióloga, doctora en Ciencias y docente en distintas universidades.
La figura del mediador cada día toma más importancia, a pesar de que en España no sea muy conocida. En Estados Unidos, en cambio, es difícil entender las relaciones económicas y empresariales sin esta figura que lleva más de treinta años trabajando en diferentes frentes. Naciones Unidas aboga por sus intermediaciones porque entre otras cosas reduce costes frente a los contenciosos de las empresas y la sociedad y su propia filosofía de trabajo da voz y participación a todas las partes. «Comparemos un árbitro con un mediador -ejemplifica Antonio Painn-. El primero ha de tomar una decisión entre dos partes en conflicto. El mediador no. El mediador lo primero que hace es establecer unas investigaciones previas, llevar a las partes a que se sienten y expongan sus puntos de vista e intenta, en última instancia, que sean ellos los que lleguen a una solución».
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